Etapa 1. Tales - Alcudia de Veo




Era el día 21 de junio, día de comienzo de la ruta. Fede había avisado que ese día no podría participar con lo que llegaría en coche al destino para reengancharse. Así que este día harían un mano a mano Gilbert y Kiko.

A las 7 de la mañana, Marisa, la mujer de Kiko llevó a la pareja hasta Tales, comienzo de la aventura. Fede, que llegaría a las 2 de la tarde, llevaría con el coche las bolsas del grupo al destino del día, Alcudia de Veo.

El perfil de la ruta de ese día era el siguiente:


La ruta es un poco rompepiernas, aunque no es larga como para romperlas. Va subiendo y bajando para acceder a los distintos pueblos por los que se pasa. Primero se sube y baja hasta Suera, después se sube y baja hasta Benitandús. Una pequeña subida y bajada lleva hasta Veo. Después otra subida y bajada más exigente hasta Aín para volver a subir y bajar para llegar a Alcudia de Veo. Nada fuera de normal para nuestros Rayitos.

Kiko y Gilbert comienzan. Ponen a punto sus GPS y, a las 7,50 comienzan a caminar. Atraviesan el pueblo de Tales y, andando unos pocos metros por carretera en dirección a Suera atraviesan el puente  que cruza el río Veo. Justo tras el puente se puede ver la senda de Entrerius. Hay un panel y una paleta que la indican. Este camino va subiendo por el barranco hasta que, por el camí de les Àguiles se llega al mirador del mismo nombre, con unas muy buenas vistas de "els orgues" y el pantano de Benitandús.

El mirador es el punto más alto entre Tales y Suera, De ahí ya toca hacia abajo, hacia Suera. En una hora se ha hecho esta primera conexión entre pueblos. Gilbert y Kiko están frescos y con ganas. El sol todavía no da mucha caña.


Al llegar a Suera, trago de agua y a seguir. Ahora toca subir por el camí de Veo por una pista que se transforma en senda bastante exigente hasta el collet de la Mano, donde, al lado de els orgues se baja hasta el poblado de Benitandús. Nuestros caminantes ya conocían este tramo por otras ocasiones en las que habían ido por allí y se habían perdido un poco. Esta vez no. Andaban más preparados y habían hecho los deberes. EL GPS funcionaba a las mil maravillas y la señalización de GR 333 era más que evidente.


Bajando desde el collet, la vista del pantano era muy bonita, sobre todo para nuestros dos senderistas acostumbrados más al secano que a las masas de agua. El embalse estaba lleno. Evidentemente se hicieron fotos antes de la bajada. El descenso es ligero y, tras un pequeño tramo de carretera, se cruzó el puente que lleva al poblado de Benitandús. De las poquísimas casas que forman la aldea, la mayoría son casas rurales. Allí en la plaza había una pareja de senderistas a los que saludaron. Las casas están muy arregladas y pintadas. Ninguna tiene síntomas de abandono. Pero no se vieron personas aparte de los dos senderistas. Sólo un coche aparcado. 

La ruta continúa cruzando Benitandús y alejándose del embalse. Se camina prácticamente por dentro del rio Veo, cruzándolo por unas piedras sin mojarse. Desde abajo del río se puede intuir la carretera unos metros más arriba. Tras un  kilómetro y medio desde Benitandús, se sube a la carretera, que se sigue durante 500 metros más para llegar a la aldea de Veo, superqueño pueblo también.

Los pueblos de la mancomunidad de Espadán - Mijares, sobre todo los pequeños, están muy arreglados y muy cuidados. Generalmente de blanco, sus casas están restauradas y pocas se ven abandonadas. Se notan las inversiones en restauración y en acondicionamiento de calles, iluminación y mobiliario urbano. Aunque viven realmente pocos habitantes, se ha invertido para acoger turistas, habitantes de fin de semana y de veraneo creando un sistema de vida del pueblo que va funcionando pese al despoblamiento que se sufre como en todas las zonas rurales. Esperemos que dure.


Kiko y Gilbert tampoco paran en Veo. Están a mitad de trayecto y parece que tienen prisa por llegar a su destino. Aun les queda mucho camino. Ahora toca ir a Aín. Siguen la carretera y, poco antes de abandonar la aldea, la marcas del GR 333 les indican que hacia abajo sigue la ruta. Pasan por el lado de la font de la pistola y vuelven a cruzar el rio Veo.

Ahora el camino picaba para arriba. Un bonito gran bosque de pino y alcornoque. Tras una empinada subida de un kilómetro el camino desemboca al camí d'Aín a Onda.

La pareja va subiendo y Kiko va notando que se vacía por momentos. Se queda sin energía. Hay un antiguo dicho que, haciendo un símil con lo que le pasaba antiguamente a los ciclomotores cuando los electrodos de la bujía se juntaban,  Kiko "fa la perleta".

Poco a poco se le fueron las fuerzas y se acabó Kiko. Lo que le pasó es la definición exacta de una "pájara". No es dolor de piernas ni de de cuerpo, es que no tiene fuerzas para dar un paso. Poco a poco el ritmo de la marcha va bajando hasta que Kiko pide parar. Gilbert llevaba una barrita energética que ofreció a Kiko que, con esto y con un poco de agua parece que volvió a coger algo de fuerzas. Por fin llegaron al collado de Veo y ahora la senda desembocaba en una pista que bajaba a Aín.

Kiko aprovechó la bajada para recuperarse y en Aín pidió tiempo muerto para tomar una cerveza y unas olivas y coger un poco de fuerza para el último tramo de etapa que les esperaba. Nuestros senderistas entraron en Aín y pararon en el bar de la plaza para tomar un par de cervezas. El calor apretaba y el senderista averiado espabilaba por momentos. Fue media horita de descanso en la que la cerveza supo a gloria y ya nadie se acordaba del esfuerzo. Era mediodía y había que espabilar.  


A la salida de Aín la ruta sube por la propia carretera hacia el cementerio y un poco más. Aunque era cuesta arriba, Kiko poco a poco fue cogiendo velocidad. Gilbert iba delante vigilando a marcha.  A mano derecha las marcas del GR llevaban a una senda, subiendo el barranc del Picaio.

Kiko volvía a sufrir. Solo había hecho falta un kilómetro para gastar la energía acumulada por las olivas. Kiko era cabezota y no había comido nada más. Ahora lo sufría. El camino le dio un respiro. De la subida por el barranco se llega a una pista y otra vez a la carretera, pero solo unos metros. Daba la sensación que se había acabado la subida. 

Una pista llana entre cultivos dio una sensación de terreno humanizado que pronto se acabó. No podía faltar mucho tiempo para el final de etapa. Kiko lo seguía pasando mal, incluso cuando iban cuesta abajo. Ya casi no podía con su alma. Gilbert estaba un poco alucinado. Normalmente es él el que lo pasa un poco peor pero hoy cambiaron las tornas y el que estaba como una rosa era él. Fuerte como un toro y en todo momento ayudando al "vacío" de su compañero a seguir adelante. El ritmo era bastante penoso pero por lo menos no estaban parados. De la pista en la que estaban se pasa a una senda y de la senda se pasa a un microcamino poco evidente lleno de trampas, rocas, cuerdas para cogerse que hace que no se pueda adelantar en condiciones.


Este tramo de la ruta desde la carretera hasta Alcudia ya lo habrían hecho los Rayitos pero al revés. Ninguno de los dos recordaba este camino tan catastrófico. Debía haber otra ruta más cómoda pero los chicos del GR decidieron entretener a sus seguidores con estos "regalitos". Kiko, que solo tenía ganas de llegar, no estaba muy en condiciones de subir, bajar, moverse, saltar, cogerse de cuerdas y asumir riesgos con los palos. Las marcas del GR estaban ahí y no había pérdida pero mosqueaba un poco este camino tan poco "trabajado".

Barranc de los muertos, barranco del Berandín. La cosa iba descendiendo a trompicones, con cuidadín y diciendo tacos hasta llegar al rio Veo otra vez, cerca de la cueva del Toro. Ahora solo faltaba la última subida. Una suave y continuada subida de unos 300 metros que a Kiko le pareció el puerto del Tourmalet.

Eran ya las 14.00 h. Ahora 50 metros de carretera y el hostal se veía al fondo. Fede, que tenía que llegar en coche estaba ya a un minuto del sitio. Se llegó a la vez.

La mujer que atendió a los Rayitos era la madre de Tamara, la prima de Jessi, la taxista, con la que Gilbert había gestionado la reserva. Al final todo quedaba en familia.

En total fueron 16,13 km. con un desnivel acumulado positivo de 822 metros. El grabador del track marcaba un par de kilómetros más pero al final quedo en eso.


Fede aparcó el coche bajo del hostal y las habitaciones estaban en el segundo piso. Nuestros caminantes cogieron la maleta y la subieron a la habitación. Kiko estaba tan perjudicado que tuvo que hacer varias paradas para llegar. Incluso se le pasó por la cabeza dejar la maleta en mitad de la escalera y pedir auxilio a algún compañero. 

Les tocó una habitación doble y una individual con cama de matrimonio. En atención al "vacío", Gilbert y Fede se quedaron con la doble y cedieron la de matrimonio a Kiko para que descansara mejor. Les convenía que se recuperara para que no retrasara al grupo. 

Tras una ducha reparadora. fueron a la piscina a comer. Tamara, la hija del hostal, había avisado al bar de la piscina que nuestros tres caminantes irían a comer. Aunque estaba a 300 metros, Fede cogió el coche para transportar a nuestros caminantes. Kiko, ya medio recuperado por la ducha lo agradeció.

23.000 cervezas con gaseosa, unos entremeses y un plato de lomo o pollo con patatas ayudaron a recuperar a los senderistas. La pareja explicó a Fede las vicisitudes de la ruta y Kiko volvió a ser una persona humana normal. La falta de entrenamiento tras una operación de tobillo de hacía poco tiempo y el evidente sobrepeso habían podido con él.

La gaseosa era una novedad de los Rayitos, pero era una novedad necesaria. Necesaria porque, para recuperar la hidratación ante el calor del día (no era excesivo pero sí era alto), si sólo se consumiera cerveza, habría que volver a la habitación a cuatro patas. La gaseosa ayudaba a minimizar los efectos del alcohol y aumentaba la capacidad de hidratación del brebaje que se tomaron., cosa muy necesaria.

Duchados, comidos y relajados, nuestros senderistas volvieron al hostal. Ahora tocaba siesta. Antes se negoció con la dueña del hostal (la madre de Tamara, la prima de Jessi, la taxista) dónde les dejaría los bocatas del almuerzo del día siguiente (importante) y dónde éstos dejarían las maletas. La mujer, que creo que se llamaba Inma explicó que podrían dejar las maletas en un "replanell" (descansillo en valenciano) de la escalera, o en ese otro "replanell", o en aquel otro "repanell". Los Rayitos no contaron las veces que la buena mujer dijo esta palabra pero la asumieron como suya y casi fue la palabra más dicha de toda la ruta.

El carácter de Inma, inicialmente retraído y un poco distante, fue mejorando muy sensiblemente a medida que ella fue viendo que los senderistas eran inofensivos. Al final resultó una mujer supermaja.


Una vez hecha la siesta. los caminantes estiraron un poco las piernas dando un paseíto por el pueblo. Tomaron una cervecita en el centro de mayores, donde estaban muchos de los habitantes de Alcudia de Veo (188 habitantes censados). Al lado de la iglesia del pueblo había un panel explicativo con senderos de la zona donde se hacía especial hincapié en el GR 333, el de nuestros protagonistas, y el GR 36, o Transespadán, ruta que recorre la comarca desde Vilavella a Montanejos. Vieron que ambas rutas iban desde Alcudia de Veo a Torralba del Pinar, destino del día siguiente, pero por caminos distintos. Durante la cena se mirarían esas dos posibilidades de camino para ver si ideaban alguna trampita que redujera esfuerzos.

Para cenar, los Rayitos, otra vez fueron a la piscina, el único sitio con capacidad gastronómica del pueblo. Allí estaba Nico, la rubia extranjera que les atendió en la comida y que les volvería a atender para la cena. Estaban solos. Poca gente del pueblo iba a a verla. Nico tenía la concesión del bar de la piscina por dos años e imaginaba que la semana siguiente, cuando se abriera a piscina el tema se animaría (seguro que sí). Los senderistas cenaron tortilla de patatas estilo especial Nico y alguna que otra cosa de picar. Evidentemente todo ello regado con cerveza con gaseosa. Había que adquirir hidratación y fuerzas para el día siguiente.

Durante la cena se fragua la trampa del recorrido que habían visto antes. Nuestros senderistas descubren que, para ir a Torralba del Pinar, si en vez de recorrer el GR 333 recorren el GR 36, se ahorran 400 metros de desnivel y 5 kilómetros de ruta. Evidentemente el cambio no hay ni que votarlo. Kiko baja la ruta del wikiloc y la distribuye por el grupo. Analizan un poco el camino y ven que no hay casi carretera ni pista, sino que son sendas, con lo que la calidad de a ruta tenía que ser similar a la inicialmente programada del GR 333.

A las 22.30 ya estaban los tres durmiendo.

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