Etapa 2. Alcudia de Veo - Torralba del Pinar



A las 6 de la mañana sonó el despertador de Fede. Él ya estaba despierto. En un momento se activó el grupo senderista. Duchas, baños, ropas, mochilas. En media hora estaban listos para partir.

En el primer replanell de la escalera estaban tres grandes bocatas de longanizas con queso esperando para el almuerzo, justo donde Inma, la dueña del hostal, les había dicho. Si alguno fallaba en esta etapa no sería por falta de alimento.

Este día ya estaban los tres Rayitos listos para el ataque. Los ánimos estaban altos. Gilbert miraba de reojo a Kiko pensando si éste último ya estaba curado de su pájara. Por la manera de roncar de la noche suponía que sí. Menos mal que estuvo en habitación separada. Fede se estrenaba a caminar ese día. Comprobarían como andaba de rodillas y tobillos, sus puntos débiles.

Y el grupo comenzó la marcha. Hacía algo de fresca. Pusieron sus GPS en marcha y cargaron la ruta del GR 36, el que decidieron el día anterior y que era un poco más corto y menos empinado que el GR 333, el inicialmente previsto. La nueva ruta discurría más o menos por los mismo lugares que la antigua, pero se desviaba en algunos tramos. La verdad es que estaba un poco peor señalizado, pero aun así se seguía de forma correcta. 

El perfil de la ruta que se siguió es el siguiente:


Como se puede ver, hay tres subidas importantes, de alrededor de 200 metros de desnivel cada una. El resto es llaneo y bajada. En principio esta ruta parecía más aburrida ya que no estaba la distracción de cruzar pueblos como el día anterior. No obstante el camino discurría un poco más alto y por terreno más salvaje y abrupto, con lo que esto generaba más variedad de terreno y paisajes. Lo pasarían bien.

Cargaron agua en la fuente de san Pedro, a la salida del pueblo y se adentraron en un barranco bastante húmedo. Todo a su alrededor era bosque frondoso. Como era de esperar, pronto se acometió la primera subida. La senda de la Barrancada. Muy bonito y fresco bosque de pinos y alcornoques viejos.

Gilbert abría la marcha con un ojo marcando a Kiko, por motivos evidentes. Se llegó al collado, al replanell como decían ahora los Rayitos, al final de la subida, al altico de Pedro Molina (km. 2,9) en medio del bosque. Descansaron un minuto, tomaron un poco de agua y de ahí comenzaron la bajada, hacia la pista que llevaría al mas de la Campana (km. 4), un viejo conocido de Gilbert y Kiko por rutas anteriores.

Los dos caminantes conocían esta masía porque hay una ruta circular muy chula que, partiendo de Suera, lleva al castillo de Maus, fuente de Castro, Mas de la Campana y Órganos de Benitandús. Gilbert y Kiko la hicieron una vez y después Kiko con el grupo de "liebres y abuel@s" la volvieron a hacer, con pérdida incluida al mismo precio.

En el mas de la Campana, la cabeza de un obús de la guerra Civil hace las veces de campana y los caminantes suelen tocarla al pasar. Evidentemente, nuestros caminantes se hicieron las fotos de rigor.

Justo al lado de la masía había un olivo centenario con un cartel donde se relataba la historia, que transcribo:

"Una bomba fue lanzada para la destrucción de casa y vidas humanas. (...) Cuando hizo contacto con la tierra no explotó, al contrario la beso y la abrazó bajo la mirada atónita de un olivo bicentenario que más tarde la mecería entre sus ramas.

Pasado un tiempo, alguien la transformó en campana y la colgó en la pared de una casita de término en la partida de Pedralba. 

La bomba, con su nuevo aspecto, desea buena suerte a todos los senderistas y ciclistas que llegan y tocan su badajo.

Juan de Dios Prat. Centro Cultural Suera."

Por supuesto, nuestros senderistas tocaron la campana.


Después de un pequeño descanso y unas risas, el pequeño grupo de caminantes siguió pista abajo. Siguiendo las marcas del GR, dejaron la pista y se enfilaron por un camino hacia arriba que se encajonaba de forma rara zigzagueando. La subida era exigente. Se trataba de un bosque de grandes pinos con suelos de rodeno y mucha tierra. El camino parecía flanqueado por montículos de tierra. Quizá era obra humana por el tema de las trincheras de la Guerra Civil (para defensa de los que van por el camino). O sería obra de la erosión continuada. Los Rayitos no eran buenos geólogos y no supieron definirse pero sí valorar lo original de la senda.

Fede se adelantó, como hace muchas veces. Esto hacía que el grupo se estresara y, por miedo a que Fede se perdiera, andaba más rápido persiguiendo al "escapado". Fede nunca se ha caracterizado por tener una gran capacidad de orientación. Se le conocía en el grupo por "GPS", con lo que el lector puede valorar las capacidades orientativas del señor Fede. Alguna vez se perdió en un metro cuadrado de montaña, no encontrando el camino para salir de algún problema en el que había metido por despiste. Pero esta vez el tema fue distinto. Fede, o había estudiado la ruta, o había aprendido a seguir el gps o se fijaba más en las marcas del terreno. ¡No se perdió! Al contrario, aunque el camino no estaba del todo claro, no dudó ni un momento de la ruta al seguir. Parecía que Fede había subido un nivel en la escala de senderismo.

El grupo llegó a otro "replanell", el de la Solana de Pedralba (km. 6,7), donde se almorzó. Los bocatas de longanizas con queso que les había preparado la señora del hostal estaban muy buenos. En este punto de la ruta se cruzaban GR 333 y GR 36. Se unían y se volvían a separar. Nadie hizo mención a cambiar de ruta. Todo estaba correcto. Una vez consumido el espectacular bocata, los Rayitos comenzaron a bajar por el barranco del Quinquillero, cruzando la pista de Matet. hay un tramo de bajada que requiere cierta habilidad. Para un atleta de carreras de montaña no suponía ningún riesgo pero para nuestros tres héroes el tema podría ser un poco más delicado. Se bajó rápido y bien.


El barranco del Quinquillero desemboca en la Rambla de Villamalur (o Barranco de la Parra), que llevaba algo de agua (km. 8,7). Anduvieron un rato siguiendo el cauce, con lo agradable que es oír el agua correr a tu lado. Ruta adelante se llega a un área de descanso en un cruce de carreteras (km 10,2). Según el gps, aquí se acababa la bajada y comenzaba la subida, la última del día.

Este era un nudo rural de comunicaciones. Por un lado una carretera se iba hacia Pavías, por otro, hacia Villamalur (a 500 metros se veía el pueblo, pero no se acercaron a verlo) y por otro hacia el Alto del Pinar. También estaba la senda por la que habían venido y una senda por la que discurría el GR 333.

Un pequeño descanso y un trago de agua y los tres caminantes se dirigieron hacia el Alto del Pinar por la carretera, que es por donde marcaba el GR 36, la ruta que tenían que seguir.

El GR 36 discurre por la carretera con fuerte pendiente durante 700 metros. El asfalto estaba caliente y las suelas de las zapatillas iban cogiendo temperatura. Los tres caminantes seguían fuertes, nada que ver con el día anterior. 

Tras los 700 metros de carretera, las marcas del GR llevaron al grupo por una senda que nacía a la izquierda. El paisaje había cambiado. Estaban más altos y el bosque se había acabado. Ahora el entorno se componía de arboles sueltos, mucha piedra y, sobre todo, mucho sol. La senda seguía subiendo con fuerza. Los músculos de las piernas se tensaban. El ascenso continuó implacable por el barranco del Mesillo hasta el km.11,9, donde la ruta se volvió a encontrar con la carretera del Alto del Pinar. 

El punto donde se encontraban era un collado donde se cruza la carretera, nace una pista y confluyen un par de sendas. Nuestros Rayitos equivocaron la ruta un momento y cuando la amable voz femenina del gps les comentó "demasiado lejos de la ruta" recularon y fueron por la senda correcta. Volvían a la sombra del bosque y a la humedad del terreno. Se agradeció mucho.

La nueva senda que salía del collado va llaneando con ligera pendiente durante 4 km. Este camino vuelve a encontrarse con la carretera en otro collado. El pueblo debía estar muy escondido porque según los kilómetros que llevaban los Rayitos en sus zapatillas, ya deberían estar muy cerca del pueblo, y ni rastro.

Tras 50 metros de carretera, nuestros héroes tomaron un camino a la izquierda con las marcas del GR. Esta senda ya va directa a Torralba del Pinar, que no se ve hasta que los Rayitos están encima, en el km. 16,350. Fede andaba mosqueado por no ver el pueblo e hizo chiste y se tranquilizó al ver una casa en una curva del camino.


Torralba del Pinar es muy pequeñito (61 habitantes, y eso que ha subido, que en el 2014 tenía 48 habitantes), como casi todos lo pueblos por donde habían pasado o pasarían en aquella ruta. Como si fuera una premonición, el camino que seguían los senderistas les llevó directamente al bar, donde se consumieron varias cervezas con gaseosa por pura hidratación.

El único bar de Torralba del Pinar tenía unos clientes fijos que tomaban unos cuantos quintos a la fresca en la calle. Ya estaban planificando la comida del día siguiente. Un personaje comentó que cocinaría un conejito en salsa que debía reposar un día y que ofrecía al día siguiente para comer. No parece que hubiera muchas distracciones en el pueblo salvo hablar a la fresca y tomar quintos. Y lo de la fresca lo digo bien. Torralba del Pinar está a 729 metros de altitud y ese mediodía corría un airecito fresquito allá arriba.

Ahora la tocaba a Gilbert hacer su trabajo de logístico. Fue al Ayuntamiento a por la llave del apartamento. No estaba Salva, la persona con quien había negociado, pero si Isabel, encantadora, que se la dio y le dijo que las maletas habían llegado. La siguiente tarea de Gilbert era poner cara de "encantador" y negociar la alimentación.

Aquí comenzó una entrañable amistad. Espe, que es como se llama la mujer del bar se puso a la defensiva en un primer momento. Tres abueletes con pantalones cortos y mochilas que venían aquí con prisas a pedir y a pedir. Ya les arreglaría ella...

-Buenos días -dijo Gilbert con esa cara amable que pone cuando quiere.

-Buenos días.

-Venimos andando desde Alcudia de Veo y nos quedamos a dormir aquí. ¿Podría hacernos alguna cosa para comer?.

-Huuyyy. Tendré que descongelar pan. Unos bocadillos podríamos hacer.

Nuestros Rayitos ya llevaban un buen bocata del almuerzo en el cuerpo y buscaban algo con menos pan.

-Oiga, por favor -dijo Gilbert para ver si reconducía el tema-. ¿Y si coge lo que nos iba a poner en el bocadillo y lo pone en un plato? Para nosotros sería mejor porque llevamos ya muchos bocadillos.

Espe ni se inmutó.

-No. Solo puedo haceros bocadillos.

-¿Y una ensaladita para el medio?

-No. Solo bocadillos.

-Pues vale, solo bocadillos -se rindió Gilbert- . Ahora aviso a los demás.

Gilbert volvió al grupo, que estaba en la calle tomando cervezas con gaseosa, y explicó a negociación. Si no había más remedio tomarían bocadillo. Había que recuperar fuerzas como fuera y Espe ya había dejado claro que mandaba ella.

Cuando fueron a comer, Fede vio en un expositor de la barra del bar una latita de mejillones. La pidió y por lo menos comieron con algo para picar en el centro de la mesa. Hay que decir también que el bocata estaba bueno. Para no complicar el tema los tres senderistas pidieron lo mismo, bocata de tortilla de jamón y el pan con tomate. Espe les trajo los bocadillos explicando que había puesto el jamón fuera de la tortilla porque a ella le gustabas más así, no porque era menos trabajo. Todos asintieron y se comieron el estupendo bocata.

El bar fue compartido con unos operarios que estaban arreglando la carretera y con unos de medioambiente. Todos llevaban su comida y solo pedían la bebida. Así no molestaron a Espe. Hay que decir que Espe poco a poco se fue abriendo y al final, para servir los cafés, ya llamaba "cielo" a cada uno de nuestros Rayitos.

Una vez saciada la segunda necesidad (la primera fue la hidratación alcohólico-gaseosa y la segunda el bocata de Espe), nuestros caminantes fueron a saciar la tercera. Ducha y siesta, en el orden que más le gustara a cada uno.

El apartamento municipal estaba bastante bien. Por la mañana ya habían llegado las bolsas del grupo. El piso tenía dos habitaciones, una individual y una de matrimonio. Como el día anterior Kiko había dormido solo, ahora le tocaba compartir cama de matrimonio. Fue Fede quien se brindó a compartir cama con Kiko. Gilbert dormiría a gusto esa noche,

Una agradable ducha, una relajante siesta, un poco de lectura y una vuelta al pueblo llenó la tarde de nuestros senderistas. Luego al bar a por una cervecita y a cenar.

Una vez más fue imposible hacer comprender a Espe que sería muy bueno comer en un plato y no en bocadillo. Eso sí, ofreció una ensalada de tomates que su hermana había comprado esa misma tarde en Onda y se los había llevado. La ensalada ya la había preparado sin preguntar y nuestros caminantes no pusieron ninguna pega al tema, ¡A ver si les dejaba sin cena! Los Rayitos se comieron el tercer bocadillo del día, pero al menos con una ensalada de tomates. Imagina un plato con tres trozos de lomo, un huevo frito y un par de trozos de queso, pues eso mismo cenaron, ¡pero en bocata!

El tema de conversación de la cena se veía venir. El grupo estaba preocupado porque para el día siguiente estaban pronosticadas tormentas con 100% de probabilidad. No había problema en mojarse porque no hacía frio pero los caminos podrían complicarse con la lluvia. Fede dijo que si llovía no saldría (tenía el comodín del taxi). Gilbert y Kiko estaban confiados en que se arreglaría. Daban una ventana sin lluvia desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde. Si se cumplía, se podría salvar el día.

Cruzando los dedos, los tres caminantes se fueron a dormir tempranito. 

Comentarios

  1. Venga el bocata..... que ganitas de retomar los caminos con vosotros.

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  2. La próxima vez me contratáis de cocinera....por experiencia os vale campamentos?? Buena ruta y por cierto, sí ha salido muy nublado☁️

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  3. A tope Espe!!!!!
    Gilber está perden facultats ?

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