Etapa 3. Torralba del Pinar - Espadilla


Fede y Kiko pasaron una noche regular tirando a mal. Durmiendo los dos en la cama de matrimonio, uno roncando y bufando y el otro con ruidos y apneas. También desde su habitación se oía a Gilbert, que dormía solo, roncando de lo lindo. Por la mañana, a las 6 para arriba. Ya llevaban despiertos un rato.

Lo primero fue ver el cielo como estaba. Se había pronosticado lluvias y tormentas y el grupo andaba intranquilo. Abrieron la ventana y el suelo estaba seco pero el cielo pintaba mal. Fede ponía cara de susto pero, como dijo el día anterior, si no llovía, caminaría con el grupo.

De pronto se puso a llover y en un momento ya estaba todo el suelo mojado. Habría que esperar a ver como evolucionaba la mañana. Mientras, se fueron preparando. Todos se pusieron zapatillas viejas por si acaso. Fede llevabas una nuevas que le fueron superbien el día anterior, pero Kiko y Gilbert le convencieron que se pusiera las viejas que llevaba de repuesto para no estropear la nuevas el segundo día. Al fin accedió, pero no tenía claro si salir o no, sobre todo si llovía mucho como en ese momento.

El campanario tocó las 7 de mañana. Seguía lloviendo bastante. Los caminantes estaban preparados, pero no se daban las condiciones. Miraron una web del tiempo, otra web y otra más, y en todas ponía aproximadamente lo mismo. En breve pararía y después, durante la mañana, tormentas dispersas hasta el mediodía, hora en la que era mejor quedarse en casa porque la tarde se presentaba muy tormentosa. Gilbert daba ánimos porque tenía un as en la manga que no dijo.

Como vaticinaban los gurús meteorólogos, a las 7.30 paró de llover. Nuestros caminantes se la jugaron y, cayendo cuatro gotas, comenzaron el camino. Kiko y Gilbert se pusieron los pantalones largos porque hacía fresquito. Como ya he comentado antes, se pusieron las zapatillas viejas por si llovía mucho y se estropeaban las nuevas. Incluso Fede, que es un gran pronador, al que las zapatillas muy usadas le pueden generar problemas de pisada.

Aquí puedes mirar el perfil de la etapa del día, de casi 18,5 kilómetros, de 456 metros de desnivel positivo y ¡902 metros de desnivel negativo! Todo un tobogán de etapa. 


Como se ve claro, la ruta es prácticamente toda de bajada salvo una subida cerca del final de la misma, correspondiente a la salida de Ayódar hacia Espadilla. Sobre el mapa parecía bastante cómoda y rápida, eso sí,si no llovía y si los caminos estaban bien.

Nuestros héroes fueron al Ayuntamiento y dejaron las llaves colgadas de la reja (como habían quedado con la simpática Isabel, que se las había dado el día antes), y salieron del pueblo por la calle Fuente. Desde la salida se coge una senda a la izquierda. A pocos metros y lloviendo un poco, un cercado de perros de caza dio la bienvenida a nuestros senderistas con un gran escándalo. Menos mal que el cercado no tenía fugas, si no, se los hubieran comido. La senda, estrecha, va bajando y encajonando a nuestros senderistas hasta, al cabo de 1 kilómetro, desembocar en medio de un barranco, la Rambla del Catalán.

Los tres Rayitos ya iban mojados, entre la poquita lluvia y las hierbas del camino estaban bastante remojaditos. La rambla no llevaba agua pero las piedras estaban bastante resbaladizas de la lluvia. Un poco como cabras, nuestros caminantes sortearon las grandes piedras del medio del barranco y, con cuidado, fueron avanzando. Fede andaba con cuidado de no doblar demasiado los tobillos con sus zapatillas viejas. La distancia fue de poco más de un kilómetro y pico pero pareció mucho más por el tiempo que les llevó. En algunos tramos había senda por dentro del barranco pero en otros había que sortear grandes piedras. Divertido pero trabajoso y resbaladizo. Se fue avanzando hasta que por fin una pista atravesaba el barranco, en el kilómetro. 2,3. Tomaron a la izquierda la pista y el tema se arregló. Ahora se seguía la rambla pero por encima de un firme aceptable.

La Rambla del Catalán desembocó en el rio Ayódar, que bajaba con agua. A nuestros caminantes les daba un poco igual porque la pista estaba seca, salvo algunos pasos del rio en los que había que tener cuidado para no mojarse demasiado. Si hubiera llovido con intensidad hubiera bajado bastante agua. Los pasos eran simplemente corrientes de agua que atravesaba la pista sin ningún pudor.

Desde la pista el GR 333 se desvía por un camino en el kilómetro 3,4. Es el que lleva al paraje del Pozo Negro. Los Rayitos se encaminaron por la senda.

El Pozo Negro es una fila de cascaditas y pozas que forma el río de forma muy bucólica y bonita y que es muy visitado en verano por nativos y veraneantes. Los Rayitos pasaron sin mojarse haciendo fotos y siguieron camino. Era pronto por la mañana estaba muy nublado con lo que no había nadie ni bañándose ni disfrutando del entorno.


Nuestros caminantes siguieron río abajo por la senda hasta llegar a una pista donde se veía un panel informativo del área de baño. Siguiendo pista abajo se llegaba sin ninguna dificultad al pueblo de Fuentes de Ayódar, en el kilómetro 6 de la ruta de la etapa del día.

El tiempo había cambiado totalmente. Ya no quedaba una sola nube y, aunque eran solo las 9 de la mañana, el calor empezaba a hacerse notar. Kiko se pasó a los pantalones cortos (convertibles cremallera). Habían sido 6 kilómetros recorridos todos de bajada pero en algunos tramos bastante trabajosos y algo de sudor se había acumulado.


Bebieron agua en la Fuente del Cañar, en el mismo pueblo, y Gilbert se dio cuenta que no llevaba sus dos botellas de agua. Hasta ese momento no se había percatado que llevaba dos kilos menos en la mochila. Llenó una botella que llevaba Kiko y le sobraba y con eso pasó hasta el siguiente avituallamiento. Consiguió también por teléfono que el taxi que recogía las bolsas recuperara sus botellas, que se las había dejado en la mesa de la casa rural de Torralba del Pinar. Fede andaba dolorido de pies y tobillos por el barranco que tuvieron que cruzar y por el efecto de sus zapatillas viejas. 


Fuentes de Ayódar no se atraviesa por su centro, sino por debajo. Después se sigue la carretera que lleva a Ayódar, el siguiente destino. La ruta de Fuentes a Ayódar discurre por un camino cerca de la carretera pero con algún altibajo más. A la salida del pueblo, la senda del GR 333 se empina hacia la izquierda por una pista. Empieza a subir de forma un poco descontrolada. De repente el camino se difumina y hay que trepar un tramo y subir por unas cuerdas a un peñasco persiguiendo las marcas de la ruta, la Viña de la Peña. La verdad es que este despliegue de energía semiescalando peñascos tuvo poco sentido porque un kilómetro más adelante, la senda volvió a bajar hasta el fondo del Barranco de Sabartés para otra vez salir a la carretera, en el kilómetro 7 de la ruta del día. 

Si este camino lo idearon para dar un poco más de emoción y entretenimiento a la ruta, lo consiguieron, pero solo en parte porque a Fede, ya cascadito de moverse por barrancos, solo le faltaba trepar peñas. No obstante, ante la opción de ir por carretera o hacer el cabra, la elección es hacer el cabra.

Como hemos dicho, Fede se estaba quejando del tobillo desde su descenso de la Rambla del Catalán. En este punto, en el que el camino se cruzaba con la carretera, tomó la decisión de ir por carretera hasta Ayódar. Él llegaría antes porque por carretera había menos kilómetros pero corría el riesgo de tostarse más las plantas de los pies por el calor del asfalto.

Aquí, en el kilómetro 7,7, en la carretera de Fuentes a Ayódar, se separó el grupo. Fede por la carretera y Gilbert y Kiko otra vez por una senda a la izquierda que subía hasta lo alto de La Moleta. Realmente el camino no se separa mucho de la carretera, lo que pasa es que discurre unos cien metros por encima de ella. 


Pronto la senda vuelve a bajar y una vez más cruza la carretera. Ahora baja hacia el río. Fede ya está en Ayódar y Gilbert y Kiko están cerca. Andan por el kilómetro 10,5 y hay que pasar por un canal que a la izquierda tiene una pared con un cable de acero para cogerse y a la derecha hay un cortado. Gilbert no se había dado cuenta de la caída que tenía a a derecha y estaba haciendo fotos alegremente. Se dio cuenta de repente y se cogió rápidamente al cable. Poco a poco fue hasta sitio seguro, que a él las alturas le dan un poco de yuyu.

Esta senda baja hasta el azud de Ayódar, un área de baño del río Ayódar o río Chico, con varias pozas y hasta un rápel. Gilbert y Kiko no llegaron al río. El GPS les envió por una pista y en muy poco tiempo ya estaban en el pueblo, en el kilómetro 12,2 de la etapa del día.

Fede llevaba una hora esperando sentado en un banco de la carretera. El tobillo no le había mejorado y por fin decidió realizar el último tramo de la ruta en taxi. Más valía prevenir, que aun quedaban 2 días de ruta.


Y ahora, el truco del almendruco. Como Gilbert se había olvidado las botellas de agua y sólo caminaba con una pequeña que le había dejado Kiko, decidieron conseguir una nueva botella para que el final de la etapa a hiciera sin restricciones de hidratación. Se iría un momento al bar a tomar una cerveza con gaseosa para así aprovechar la botella (buena excusa). La cerveza estaba divina porque el calor ya apretaba. 

Ya solo quedaba un tramo. En una plaza de Ayódar un vendedor de ropa ambulante estaba emperrado en vender a nuestros Rayitos unos pantalones de montaña. Utilizó todos los métodos de venta, comprobar la calidad del tejido, rebaja de precio, 3X2 y más. Nadie picó pero quedaron amigos.

El siguiente tramo a abordar es el que llevaría a la pareja de Rayitos a Espadilla. Una señora mayor con bastón, al saber dónde iban Gilbert y Kiko, les explicó por donde tenían que ir con pelos y señales. Les explicó que había nacido una masía que estaba por el camino. Un poco más y les acompaña un rato, con bastón y todo. Además les recomendó el agua, que decía que era muy buena. En un par de horitas estarían allí. Fede, con gran dolor de corazón, se quedó esperando el coche que le llevaría.


La ruta a Espadilla parte por una pista que sube 100 metros de golpe, luego se transforma en senda que va subiendo más poco a poco hasta la Solana, a unos 500 metros de altitud. Una miradita al cielo y un aumento del viento preocupó un poco a nuestros senderistas. El cielo se iba encapotando por momentos, corría la brisa y el olor era de tierra húmeda. A esas alturas del siglo XXI todo el mundo asume que los del tiempo lo tienen todo muy controlado pero quizá en este caso lloviera un poco demasiado pronto, desbaratando el final de la etapa. Como hemos comentado al principio de esta crónica, Gilbert tenía un as en la manga. 


El camino discurre por una ladera dejando a la izquierda la gran Peña Saganta, montaña emblemática de Espadilla. A la derecha, un par de cientos de metros más abajo, al fondo de un hondo barranco discurre el río Ayódar, río Turio o río pequeño, que, alimentado por la fuente del Turio, le da su nuevo nombre y va a buscar el río Millars. Las vistas son impresionantes. Delante de nuestros caminantes se extendía el valle del Millars, El camino va descendiendo paulatinamente y a la izquierda cada vez es más evidente la Peña Saganta.


La pareja de senderistas por fin ven Espadilla y su castillo. Sin parar por la posible tormenta, Gilbert y Kiko bajaron al pueblo y fueron directos al bar, donde Fede les estaba esperando. Nada más entraron por la puerta se puso a llover.  Era el kilómetro 18,46, fin de la etapa del día.

Ahora te voy a contar el as que tenía Gilbert en la manga. Este Rayito tiene un "pacto meteorológico" con los dioses y rara vez le llueve cuando va por la montaña. Gilbert es casi la única persona que ha hecho el camino de Santiago desde Roncesvalles en 7 tramos y nunca, nunca le ha llovido estando caminando. Quien conocía esta circunstancia sabía que era prácticamente imposible que esta vez lloviera. Los rayos y centellas se esperarían a que el señor Gilberto acabara de andar para empezar su exhibición.

El único bar del pueblo de Espadilla, regentado por el hermano del alcalde, trató muy bien a nuestros caminantes. Realmente les trató demasiado bien. La mujer estaba avisada por Fede de la llegada a comer y rápidamente montó una mesa. Nuestros Rayitos querían hacer unas cervecitas con gaseosa previas a la comida para comentar a ruta, pero la mujer redujo el volumen de hidratación a una sola cerveza porque enseguida  puso delante de cada senderista un inmenso plato de macarrones que se salía por los lados. Los nuestros, como buenos comensales, se lo acabaron todo. Pero aquí no terminó el festival. Después llegó un plato por persona con tres trozos de lomo con patatas y calabacín rebozado, y para postre un helado. Ya se había equilibrado el debe y el haber en el consumo de calorías del día. Tanto trabajo para recuperarlo en un ratito.



Tras la comida, nuestros Rayitos fueron a la casa rural municipal. Una casa municipal muy bien arreglada hecha para deportistas. La casa se distribuye en cinco plantas, con un acceso por el piso del medio (la casa es más alta por un lado que por el otro). La planta más inferior tiene una habitación con dos camas y un baño. Es la zona Gilbert. Subiendo una planta nos encontramos también con una habitación con dos camas y un baño. Es la zona Kiko. Un piso más arriba está la puerta de entrada desde la calle, un pequeño recibidor y una habitación con cama de matrimonio. Es la zona Fede. En el siguiente piso hacia arriba está la cocina y comedor. Y por fin, en otro piso más arriba está el picadero. Un sofá pequeño, una tele y un gran cuadro erótico de una joven medio árbol, medio chica, con la cabeza muy grande, enseñando el culo y una teta. También en esa planta hay una salida a una pequeña terraza con vistas a la Peña Saganta y al castillo de Espadilla. Era una muy buena casa para hacer deporte. En total cinco plantas.


Durante la tarde se sucedieron un buen número de tormentas, algunas de las cuales descargaron mucha agua. Tanta agua que las calles parecían ríos.



Nuestros senderistas hicieron algo de siesta, vieron un partido de futbol de España en la Eurocopa (no son futboleros pero se alegraron que ganara España) y, tras un rápido paseo por el pueblo fueron al bar a tomar unas cerveza con gaseosa. Tenían que hablar sobre la ruta del día día siguiente, para decidir cual de las tres alternativas elegían.

La dueña del bar no les dejó respiro.  Se acabó en tema de las cervecitas de un plumazo. Casi nada más entrar en el bar les pusieron la cena delante. Una impresionante cena. No se sabe si la señora de la casa los vio con cara de hambre o es que como son tres personas de volumen se propuso que los Rayitos quedaran saciados.

La gran cena consistió en una ensalada mediterránea, con lechuga, tomate, cebolla y muchas olivas. Una inmensa ensalada de pasta con atún, una bandeja de huevos fritos, tras lo cual vino la señora del bar con una gran sonrisa llevando una bandeja con morcillas, longanizas, tarmenetas, chorizos y panceta frita. La señora comentó "el embutido es de casa, muy bueno". Gilbert por poco vomita al ver todo el colesterol corriendo por la bandeja (pero al final se comió un helado para redondear la faena). En honor a la verdad el embutido estaba muy bueno. Nada fuerte y nada grasiento, pero quien es tiquismiquis, es tiquismiquis. Los tres senderistas no pudieron con toda la cena. Era imposible. Como colofón, en la mesa de al lado se iba a celebrar un cumpleaños de un niño y sus padres invitaron a unas "figues albardaes" a Fede, Gilbert y Kiko, que estaban muy buenas. Con la panza llena, los Rayitos hablaron de la ruta del día siguiente.

La decisión de la trayecto a hacer el día siguiente fue bastante fácil y unánime. Había tres alternativas. La primera era seguir escrupulosamente en GR 333. Hacer el trayecto. Esta ruta era de 28 km. y 1.300 m. de desnivel, un poco al límite de nuestros héroes. Además, con el tobillo delicado de Fede y el tobillo delicado de Kiko no se podía pedir demasiado. La siguiente alternativa era atajar y no pasar por Torrechiva, uno de los pueblos de la ruta. Eso ahorraba 10 km. y 500 m de desnivel. La última alternativa contemplada era atajar aun más, saltándose, además de Torrechiva, Toga y Argelita. Entonces se ahorraban 18 km. y 1.000 m. de desnivel.

La decisión fue hacer la ruta intermedia, con el atajo corto. Fede se veía con el tobillo bastante arreglado y, evidentemente, iría con las zapatillas nuevas. Serían entonces 18,5 km. con un desnivel de 850 m. La visita a Torrechiva se haría en otro momento. Después del verano se programaría una ruta Espadilla - Torrechiva - Toga - Espadilla para cumplir con todos los pueblos a visitar.

Aunque era pronto, por la cena tempranera, una vez se tuvo claro qué hacer al día siguiente, se fueron a dormir, esta vez sin molestias de ronquidos, bufidos y resoplidos porque cada uno tenía su propia habitación y su propia planta.

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