Etapa 4. Espadilla - Fanzara


A la mañana siguiente a las 6 arriba. Había que aprovechar el fresquito de la mañana.

La ruta que tocaba ese día no coincidía en su totalidad con el GR 333. Al principio había un tramo que hacía las veces de atajo y eliminaba el paso por Torrechiva. Con esto nuestros Rayitos se ahorraban cerca de 10 kilómetros y 400 metros de desnivel. Kiko descargó la nueva ruta hasta Toga y la distribuyó por los GPS. En Toga volverían a cargar la ruta buena.


El perfil de la ruta marcaba el cómo iba a ir el día. Un poco dientes de sierra, 18,330 kilómetros con un desnivel positivo de 817 metros. Ruta rompepiernas con calor. No había problema para nuestros Rayitos porque, por un lado no había ninguna prisa y por otro nuestros caminantes ya llevaban días de caminatas al sol y podían con esto y con mucho más.

El primer tramo de la ruta parecía sencillo. Sobre el papel era pista de tierra y corta de longitud. Cerca de 4 kilómetros, y no daba la sensación de empinado, ya que los dos pueblos, tanto Espadilla como Toga, están a la misma altura, al lado del río. Pero aquí se equivocaron nuestros caminantes. La salida de Espadilla era cuesta arriba y supuso un esfuerzo para los músculos fríos de los Rayitos. Sólo fueron un par de kilómetros de ascensión pero, aunque la mañana no era de calor, ya sudaron la camiseta. Con las tormentas del día anterior la mañana salió fresquita. Luego imaginaron que el sol se encargaría de calentar el ambiente.

Ahora había que bajar lo que se subió. El GPS marcaba una senda que salía de la pista. El camino se metía por el Barranco de Truchelles. Estaba bastante empinado y lleno de barro por las tormentas del día anterior. Con los palos y mucho cuidado bajaron por la senda para llegar donde nacía otra pista que dejaría a los Rayitos directamente en Toga. Todo de bajada.

Salvo por lo resbaladizo del barro, este tramo fue un paseo. Ya con sus músculos activados los senderistas llegaron a Toga. Ya estaba hecha la trampa y ahora tocaba volver al GR 333.

Gilbert y Kiko trataron de cargar la ruta y no fueron capaces. Parecía que el GPS se había fastidiado a los dos a la vez. Entraron en el pueblo, que a las 8 de la mañana estaba totalmente vacío y buscaron marcas del GR (esas rayas rojas y blancas). Como sabían más o menos por donde iba la ruta se acercaron al río. El GR cruzaba el río y seguía hasta Argelita. Por fin se encontraron con unas personas que estaban desbrozando una zona de huerta. Cuando pararon las máquinas les preguntaron y un chico, que era de allí, les echó una mano para reencontrar el camino. Tuvieron que ir hacia el rio y cruzarlo por unas piedras primero y un pontón después para allí encontrar la paleta que marcaba el GR. Fede se activó su GPS y en su caso funcionó bien. De todas maneras, el GR 333 esta muy bien señalizado y no es necesario GPS para hacer senderismo por él. En el momento en el que encuentras las marcas del camino es fácil seguirlas. El problema es encontrar la primera. Aún así, hoy en día es necesario disponer de un GPS, independiente o en el móvil, cuando se sale por la montaña. Nunca sabes lo que puede pasar.

Desde el fondo del río, una suave ascensión les llevó a la Fuente Caliente de Toga. Fuente de aguas minero-medicinales muy afamada. Fue medalla de oro en la exposición internacional de Viena de 1906 y medalla de plata y diploma en la exposición regional de Valencia de 1909. Según reza un mural de azulejos en la Fuente de los Leones, dentro de Toga (donde se desvían las aguas de la Fuente Caliente), "Agua indicada para la cura de la obesidad, litiosis biliar y vírica, gota, enfermedades del estómago, facilitando la digestión y aumentando el apetito, dispepsias, enteritis, dermatosis, etc...". Y añade una nota al final: "Y aunque sin nadie se quede Toga no ha de morir, porque su agua y su gente siempre la han de hacer vivir. L.Peris". Algún Rayito tendría que hacer un pensamiento en beber de esta agua para curar la obesidad y aumentar el apetito. Sería un chollo.

Siguiendo las marcas del GR continuaron subiendo, cruzaron la carretera y llegaron hasta un collado, "replanell" como decían los Rayitos, en el kilómetro 5,5 de la ruta del día. Ahora todo sería hacia abajo hasta Argelita. Las paletas que señalan la ruta en estos tramos están un poco mareadas tanto en el número de kilómetros que faltan para llegar a destino como en el tiempo estimado de realización. Tan pronto pone que 500 metros llevan media hora como que seis kilómetros llevan veinte minutos. No hay problema porque estamos hablando de distancias cortas pero marea un poco.

Los Rayitos no vieron Argelita hasta que la tuvieron encima. Eran las 9 de la mañana del día de San Juan, todavía pronto por la mañana y prácticamente no vieron a nadie. Entraron al pueblo por una punta y salieron por la otra, cruzando por el río Villahermosa. Se pretendía almorzar un poco pero a la vista de lo desierto que estaba el pueblo y que el bar de al lado del río estaba cerrado, pasaron de largo. Con un trago de agua tuvieron bastante. Mientras estaban parados, un senderista les adelantó y siguió para adelante. Parece que seguía la misma ruta que los nuestros.

El rio Villahermosa pasaba caudaloso y ancho. Una vez lo cruzaron, el grupo pasó a una senda (por cierto que aquí las marcas del GR están poco visibles) con una subida importante. Un kilómetro por caminito fresco, que la senda no le pegaba el sol de la mañana, más un kilómetro por carretera en plena solana. Aquí nuestros senderistas sobrepasaron al caminante que iba solo.

Cuando la carretera llega al collado o "replanell", en un cruce de pistas, en el punto más alto de la etapa, una senda sale a la derecha y se comienza la bajada. A los 500 metros se coge una pista, el camí de las Quemadas que, bajando y bajando, llevó a los Rayitos hasta Vallat. El senderista les volvió a pasar.

Hacía calor y, aunque la idea inicial era no entrar al pueblo y seguir camino, las ganas de cervecita y algo de comer obligaron a nuestros senderistas a hacer una parada en el camino. A lo lejos se volvió a ver al senderista que compartía ruta coger un coche que había dejado en Vallat. Habría hecho una circular. 

Vallat es un minipueblo con 51 habitantes que, aparte de su periodo de esplendor en época árabe, mozárabe y morisca, vivió una explosión demográfica en los 60 del siglo XX con la construcción de una central hidroeléctrica alcanzando los 600 habitantes que se redujeron a 14 cuando se acabó el trabajo, unos años después.

En el pueblo había una terracita con un camarero muy majo y gente del pueblo con los que se mantuvo una agradable conversación. Tomaron una cervecita con gaseosa (o dos, no recuerdo) y un plato de jamón y queso trufado, que estaba de muerte, no sé si por el hambre, por el calor o porque realmente estaba muy bueno (supongo que lo último). 

Refrescados y con ganas de terminar, los caminantes reemprendieron la marcha afrontando en último tramo de día. La cosa comenzó con fuerza. Con una generosa subida. Dos kilómetros de fuerte pendiente que Fede cogió con muchas ganas.

A Fede le gusta caminar un poco separado del grupo, a su bola. Le gusta ir delante. Cuando se ve con fuerzas se despega del grupo y hay que perder la lengua para alcanzarlo. Está fuerte. El problema de dejarlo ir es que desde siempre se ha perdido o ha dudado qué camino elegir en las encrucijadas, pero en esta aventura no ha fallado ni una. Bien será por que la ruta está muy bien señalizada, o bien porque ha aprendido a seleccionar el camino más adecuado. Seguramente una mezcla de las dos.

Una vez en el replanell o, mejor dicho, collado, se vuelve otra vez a la pista/senda del camí de las Quemadas, que inicialmente es una pista y, cuando se acaba, se transforma en senda. El camino va cresteando la sierra  con unas vistas fantásticas a derecha e izquierda. A la derecha el amplísimo valle del Millars con la presa de Vallat/Fanzara al fondo y a la izquierda Serra de Ribesalbes y Araya.

Una vez se acabó de crestear, una pista en medio de un bosque, en la zona del Cucalón les depositó, llaneando o en bajada, en Fanzara. Tampoco vieron el pueblo hasta que estuvieron encima. Era el kilómetro 18,3 y hacía mucha calor.



Eran cerca de las 2 de la tarde y Gilbert, el de la logística, sufría por quien tenía que darles las llaves de la casa rural. Él fue a la casa rural y los otros dos a la cerveza con gaseosa. Parece que la hora límite para dar las llaves de la casa eran las 2. Gilbert comentó a la vuelta que las dos chicas que le dieron la llaves andaban un poco moscas por la hora, pero al final puso su cara de "encantador" y se les pasó el enfado.

Fede y Kiko le llevaban ventaja a Gilbert en las gaseosas, y en las cervezas también. Cada 5 minutos iba el camarero a ver si estaban todos. y de paso traía mas hidratación. Al final, por fin llegó el logístico y comieron estupendamente atendidos también por gente estupenda.


Una vez satisfecho su estómago, lo Rayitos fueron a la casa rural a descansar. Resulta que era la antigua casa cuartel de la Guardia Civil de Fanzara que había sido transformada con bastante gusto para el turismo rural. A nuestros senderistas les tocó la vivienda de una familia con tres habitaciones, con lo que salían a una habitación para cada uno. Otro día sin ronquidos, bufidos y resoplidos. ¡Bravo!.

Se hizo algún que otro chiste en redes sociales sobre el ambiente de la casa-cuartel. Si todavía quedaban virus de la seriedad o mala leche de la guardia civil y el posible contagio si los caminantes dormían allí. La cosa quedó en que, como mucho, les saldría un tupido bigote si más consecuencias psíquicas.

Ahora venía la mejor parte del día. Una ducha relajada, una siestecita, leer un ratito y planificar la ruta del día siguiente.



Para el día siguiente, que era el último, el GR 333 tenía previsto ir a Ribesalbes, y de allí, a Tales, el inicio y fin de la aventura. Varias circunstancias ayudaron a decidir hacer el trayecto de Fanzara a Tales sin pasar por Ribesalbes. Por un lado, ahorraba unos pocos kilómetros. Por otro lado, el paso del Millars podría dar problemas porque se oyó que unas lluvias de 2018 habían eliminado el paso del GR y nuestros caminantes no sabían si se había solucionado (se suponía que sí pero no lo tenían claro). Después, hay varios kilómetros de andar por carretera que sería bueno ahorrarse y, por último, Kiko quería ver el paso de la escaleta.

No hubo visita por el pueblo por el calor que hacía. Nuestro grupo salió de la habitación un poco más tarde y cruzaron el largo puente sobre el Millars para ver como se iniciaba la ruta del día siguiente hacia Tales.


Para cenar, los tes caminantes fueron al mismo bar donde comieron. Lo eligieron porque, primero, les habían tratado muy bien y porque, segundo, era el único bar abierto de Fanzara.

Tomaron sus cervecitas con gaseosa, esta vez sin agobios ni prisas y cenaron muy ligerito. Era pronto cuando de fueron a dormir.

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